A la caza del virus desconocido que amenaza a la humanidad
Desde que se identificó el primer virus humano, el que provoca la fiebre amarilla, en 1901, se han descubierto 263 virus que infectan a nuestra especie. / skeeze (PIXABAY)
El Global Virome Project plantea invertir 1.200 millones de dólares para identificar por todo el planeta más de un millón de microorganismos desconocidos.
España, Notiweb / ciberpasquinero
El virus que provoque la siguiente gran pandemia puede estar agazapado en el interior de un animal, esperando su momento para saltar al primer humano.
Eso parece que ocurrió con la última epidemia de ébola cuando un niño se infectó jugando con un murciélago.
La próxima vez que eso suceda, los responsables de salud pública comenzarán a trabajar para contener la propagación y se empezarán a diseñar vacunas y fármacos para combatir el microorganismo.
Pero, en ese momento, ya será un poco tarde y los científicos tienen planes para adelantarse a la próxima amenaza.
Ese es el objetivo del Global Virome Project (GVP), una iniciativa presentada recientemente en la revista Science que arrancará en 2018 y pretende identificar más de un millón de especies de virus durante la próxima década.
Esa información ayudará a comprender mejor la diversidad ecológica de los virus y conocer sus estrategias para saltar de unos animales a otros para provocar pandemias.
Desde que se identificó el primer virus humano, el que provoca la fiebre amarilla, en 1901, se han descubierto 263 virus que infectan a nuestra especie. Los responsables del proyecto, liderado por la ONG EcoHealth Alliance y USAID (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), calculan que quedan por descubrir alrededor de 1,67 millones de especies que habitan dentro de mamíferos y aves, los huéspedes más habituales de estos microorganismos. De esos, estiman que entre 631.000 y 827.000 tienen potencial para infectar a humanos.
Proyecto piloto
Desde 2009, la USAID ha desarrollado un proyecto piloto de grandes dimensiones bautizado como Predict con el que quería evaluar si es factible mitigar pandemias de forma preventiva.
Ha supuesto una inversión de 170 millones de dólares para construir 60 laboratorios y entrenar en técnicas para utilizarlos a más de 3.000 personas en 35 países. Esta nueva fase, identificar todas las especies víricas y evaluar el riesgo de que saltasen desde su huésped animal a nosotros, costaría, con los protocolos y la tecnología actual, más de 7.000 millones de dólares.
Sin embargo, los autores del artículo explican que sería posible identificar el 71% de los virus durante los próximos 10 años por unos 1.200 millones de dólares porque al principio es más fácil la pesca.
Los costes se multiplicarían para encontrar los virus más exóticos y los autores consideran que ese dinero "estaría mejor empleado en financiar medidas para combatir las amenazas más probables".
Además de "estudiar los lugares más recónditos de la fauna silvestre para detectar virus no identificados, habrá que ver cómo se derivan datos y conocimiento para saber cuáles de ellos suponen un riesgo mayor para los humanos", explica Miguel Ángel Jiménez-Clavero, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) y especialista en este tipo de amenazas.
Serán necesarios "estudios funcionales que permitan inferir estas características, saber a partir del comportamiento in vitro si va a ser más o menos peligroso para nuestra especie", señala Jiménez-Clavero. "Por ahora ese tipo de pruebas solo están disponibles para algunos virus como el SARS y el MERS", añade.
Los impulsores de la iniciativa comparan el GVP con el Proyecto Genoma Humano, que se convirtió en un catalizador para la innovación tecnológica que posibilitó la medicina personalizada que ahora se empieza a hacer realidad.
Además de acelerar el desarrollo de tecnologías que faciliten el descubrimiento de patógenos, el conocimiento acumulado durante la realización del proyecto permitirá diseñar mejores estrategias para controlar los brotes y es posible que ofrezca hallazgos inesperados, como virus que provoquen tumores o problemas mentales hasta ahora mal entendidos.
En esta época de movilidad sin precedentes, el ritmo al que los virus saltan de animales a humanos se está acelerando, produciendo un incremento exponencial del riesgo de nuevas pandemias y de sus impactos económicos.
Los riesgos de la falta de conocimiento están bien ilustrados por epidemias como la del VIH. Aquel virus, que ya ha infectado a 75 millones de personas, pasó de chimpancés a humanos en los años veinte en Kinsasa, la capital de la República Democrática del Congo.
Fueron necesarias seis décadas para que en 1981 la medicina identificase una enfermedad que se había expandido sin oposición por África, oculta entre las miserias del continente. El GVP puede hacer que la próxima vez que pase algo parecido la humanidad esté mejor preparada.
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La educación en la era del conocimiento
Sac Actun, la cueva inundada más grande del mundo
La tecnología de última generación en investigación subacuática ha permitido la identificación de espacios de gran valía cultural bajo el agua en nuestro país. Tal es el caso de Sac Actun, la cueva inundada más grande del mundo, que forma parte del llamado Gran Acuífero Maya, proyecto de investigación orientado a realizar un mapeo subterráneo de Chichén Itzá —patrimonio cultural de la humanidad desde 1988.
El pasado 10 de enero, luego de 10 meses de exploración, el equipo de expedición encabezado por Robert Schmittner, responsable de exploración subacuática, logró conectar dos de los sistemas de cuevas subacuáticas más grandes del mundo, es decir, Sac Actun (263 kilómetros) y Dos Ojos en Tulum (83 kilómetros).
Con dicho hallazgo, Sac Actun, por ser la cueva inundada de mayor tamaño, absorbió a Dos Ojos, la cual dejará de existir para formar parte de Sac Actun, cuya extensión de 347 kilómetros la pone en la cima del conteo de las cavernas inundadas más extensas del planeta.
Guillermo de Anda Alanís, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y director del proyecto Gran Acuífero Maya, explicó que la conexión de ambos sistemas (Sac Actun y Dos Ojos) derivó de muchos años de exploración subacuática que implicó tanto recorridos subacuáticos como expediciones en tierra.
"En esta zona, hace poco más de 30 años comenzaron las exploraciones de sus grandes sistemas de cuevas —tuve la suerte de presenciarlo—, en un principio se pensaba que habría cerca de 100 cenotes en todas las cuevas y que la distancia sería de 500, tal vez 600 metros en algunos de estos sistemas (…) Pero poco a poco se documentó que se trataba de sistemas mucho más extensos y complejos; incluso ahora sabemos que son de las cuevas más laberínticas del mundo", precisó el investigador.
De manera simultánea al proceso de descubrimiento y documentación de los sistemas de cuevas inundadas de la región, los investigadores participantes en el proyecto identificaron también su gran riqueza cultural gracias a la cantidad de vestigios arqueológicos que en ellas se encontraron.
Un proceso manual
Guillermo de Anda Alanís, que también forma parte del equipo de exploradores de National Geographic, explicó que aun cuando cuentan con tecnología de punta para llevar a cabo sus tareas de investigación, el mapeo fino de las cuevas es un proceso que se realiza a mano.
"La dinámica básicamente consiste en sumergirnos en la cueva e ir tendiendo una línea a lo largo de nuestro recorrido; esa línea está anudada y, de regreso, desde el punto más lejano de penetración que hayamos alcanzado, contamos los nudos para medir qué tanto entramos".
Pero no solo cuentan los nudos de esa línea, sino que van midiendo los cambios en los ángulos de la línea con una brújula, datos que sirven como base para marcar un primer croquis de la cueva. Luego de realizar un primer dibujo, lo perfeccionan con base en sistemas de computación para crear los mapas.
Tecnología de vanguardia para conocer el pasado
No obstante al trabajo manual para caracterizar el Gran Acuífero Maya, también se hace uso de tecnología de punta a la cual el proyecto tiene acceso gracias al acuerdo de colaboración que tienen con National Geographic, y entre ella se encuentra un software de modelación desarrollado por Corey Jaskolski, asesor de innovación tecnológica, exclusivamente para este proyecto.
El investigador explicó que el software desarrollado por Jaskolski se utiliza para realizar barrido fino en zonas muy específicas de la cueva, como aquellas que son muy extensas. Dicha tecnología trabaja con base en la toma de fotografías, para lo cual el equipo de investigación cuenta con cámaras de muy alta calidad —calibradas de manera especial para que sean compatibles con el software— y durante los recorridos toman grandes números de fotografías, tratando de abarcar todos los ángulos de las rutas, para que esas imágenes posteriormente sean procesadas en el programa.
En el software, gracias al algoritmo que fue desarrollado, las fotografías se perfeccionan y crea modelos en tercera dimensión. "Dichos modelos son reproducibles físicamente y lo estamos haciendo de ese modo, precisamente con miras a crear un modelo a escala del Gran Acuífero Maya, pero también de algunos de los vestigios arqueológicos más importantes que en él se encuentran".
El sonido al servicio de la obtención de imágenes
De igual forma, durante este proyecto se ha utilizado un sonar de barrido lateral instalado en un kayak; este equipo se utiliza para mapear cenotes donde las condiciones propias del ambiente impiden la visibilidad. "En el Gran Cenote de Chichén Itzá utilizamos esta tecnología, donde el kayak dio vueltas de manera constante alrededor del cenote y al mismo tiempo el sonar de barrido lateral capturaba imágenes"; la herramienta ha contribuido a la identificación de dos importantes cavernas al interior de dos cenotes: El Sagrado y El Xtoloc.
El sonar también ha sido modificado tecnológicamente para que sea capaz de detectar una serie de anomalías en las cavernas, donde se sabe que existe interferencia (ramas y otros elementos naturales que han caído al agua) para que sea capaz de identificar estas y no confunda algunas cosas con otras.
En busca de agua subterránea
Otra herramienta de la que se echa mano son radares de penetración que, aun cuando no pueden sumergirse en el agua, sirven para detectarla debajo de la tierra, lo que los hace útiles durante los recorridos a pie en busca de puntos de acceso a los acuíferos para retomar recorridos de caracterización previos.
Las antenas de estos radares de penetración han tenido incluso que sufrir adecuaciones que les permitan operar de manera óptima en las condiciones de la región que exploran, en este caso la selva.
Escáner de tercera dimensión
El último gran elemento tecnológico que se ha utilizado son escáneres de tercera dimensión que realizan barridos de 360 grados y que han permitido, a través de un programa piloto en la cueva de Balankanché en Chichén Itzá —cuyo trabajo está a punto de concluir—, obtener un modelo muy nítido de la cueva en tercera dimensión.